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30.4.10

Eme:

Una de sus enemigas la llamaba puta. Las otras no sabemos como la llamaban. Yo les digo no quiero controversia. A todos cada tanto se nos escapa una palabrita subida de tono. Nada mejor que pensar en los ausentes para atacarlos, la convención social frena las puteadas en público o simplemente las convierte en insultos trogloditas.

Eme, mujer, ojos verdes, creo que eran verdes pero verdes claro o eran marrones claros, esta es según mi memoria los datos de sus ojos. La cara era linda, tendía ser redonda, tendía a no portar ningún rasgo agresivo. Solía agredir sin embargo con su belleza, violentaba la atención de las personas, las cuales terminaban por no oírla. Pese a no oír el contenido de sus palabras, las gentes quedaban con los oídos flagelados al conocer sonidos melosos y poco irregulares. Nadie puede hablar cuando se queda sin ideas y con la mente fugada. Los que decían que les gustaba, les creían, los que decían que no les creían nada y sabían que era una manera de despistar.

Sin duda mujer ambiciosa. Yo lo sé. Lo supe siempre, por amigas tenía pocas, y con el resto creo que llevaría una guerra permanente. Guerra que no se tomaría a pecho porque ella se pone como natural el hecho de que o se le resisten o se le entregan. Algunas decían que era tortillera. Cuando decían eso, la mitad de las orejas del barrio sintonizaban. Era simplemente así, muchas veces, se acusa a que la gente que escribe se pone con asuntos sofisticados y que con esos aires de superioridad. Esos que describen mundos que no existen. Pero este mundo existe, existe como existe es decir simple y bizarramente, la mina esta que espera la parada del colectivo a tres cuadras de su casa. Existe. Suele existir. Sin dudas que sí.

Tengo siempre que decir que entre mis pseudo memorias sólo la conocí o colgada o sea prestando atención a cosas que no eran ni yo ni la gente que andaban por ahí, enojada suponiendo que seguirle los pasos era un acto de simple lambisconería pedorra. Yo por mi parte comparto la idea que todos comparten. Habría que partirla en ocho y sucesivos múltiplos. Esto lo dice uno desde el lugar que le toca. Esto no quiere ser un texto demasiado sentimental. Los pies eran lindos también, igual la loca se expone muchas veces a cosas que la lastiman. ¿Quién sabe quien y por qué? Nunca la vieron llorar, o mejor dicho, nunca se la vio así, todo lo contrario suele mostrar los dientes en sonrisas que te funden el hipotálamo. Sinceramente, el tipo con el que ande va temer que va terminar cornudo. Porque el barrio le va seguir aullando, pobre y rico, ambos portan ojos. Todos pretenden darle el espacio. Lo peor de todo según creo, dicen que se va dedicar a enseñar, va ser profesora. Cuanto pendejo perderá las orbitas de los ojos cuando se la tope no sé. No sabría, yo no querría decir que de nuevo todos vamos a hacer las mismas estupideces. Pero ella es exigente. Los perros aúllan, las ratas roen el marco de la puerta, pero la puerta, quieta, demasiado quieta como si fuera la tapa de un ataúd. Si no calificas no comes, y si comes te dan un plato y vos ¿Un chiste?

Tremenda bizarría, personajes humanos. Sangre hasta por los codos. Propongo que no se olviden, si la huelen la van a querer como la marihuana (Y no es joda). Y no estoy hablando de pasto (por que dije que no era joda, y podría decir Flor pero me dirías Chamuyero). Estoy haciendo una comparación bastante llena de apología, pero no importa. Porque en este caso hasta un griego me daría la razón. Mire usted, como el porro uno siempre quiere un poco más y que pasa cuando uno huele, fuma, o como le quiera decir y sabe que es distinto. Luego todo lo otro le parece inferior y esta tremenda añoranza por el mundo perdido castiga las narices. El barrio, los tipos, el cana de la esquina, el que esta limpiando los vidrios. Todos están en la misma sintonía.

La verdad este relato iba a ser simplemente la narración de un garche. Que fines más bajos. Pero tiene que ser así, porque el barrio quiere que sea así, quiere que este ojo de tinta fuese como la cámara. O desea más bien que se ponga en pelotas en la terraza y que allí pase toda la acción. Cómo se darán cuenta, uno habla y habla cuando las cosas no pasan. Tenemos un síndrome. Dicen que esa manera de mierda de ser, algunos otros dicen que es arte, otros dicen que son puras guachadas. Podría tener más tetas. Es la única cosa que así como poniéndose exigente uno le podría pedir.

Sería lindo que estuviera en una pecera y que cada tanto nos hiciera un show a todos. Esta es la manera en que se puede desear incorrectamente y de la mejor manera. Sino el mundo se presenta como un lugar pálido y lleno de herramientas. No por nada los relatos son así, un poco antes o un poco después. No vamos al conquistar el mundo montado en un culo, aunque la imagen es humorística. Pero sin embargo las dudas que nos invaden tienen que tener una razón de ser. Eme, es una pieza de colección genial porque es un fetiche, y este el fetiche puede ser una de las expresiones más refinadas del capricho humano.

Por lo tanto al final me resulta tentador imaginar aquello sin temer. Por esas razones y en acuerdo con algunas otras, vivimos sin razones buenas. Siempre y cuando las letras nos acompañan. El sudor de nuestra lengua y la baba de nuestra frente. La frustración de nuestras racionales, nuestra animalidad que nos preserva de una extinción absoluta, las ganas de coger por lo menos oponiéndose a la muerte de manera elemental. Llevan a esta clase de pensamientos, Eme, esta constelación delirante. Las tropas desfilan mirando hacia la calle sin salida. Esperan que desde arriba se los salude. La ventana vacía, pero con las ventanas abiertas, nos dice de su presencia. Pero a la vez nos cuenta de la negación de esta. Nos impone el silencio por el cual la gente no envejece nunca, nos invita a equiparnos de la manera más correcta. Letras banales, egos, intelectos que se pierden en el accidente. La pretensión intelectual choca contra el dato duro de la indiferencia y con el metido de la ignorancia. Erecciones reflejo del ojo salvaje atestiguan que el paso por esta vida tiene muchas cosas que parecen que no tienen solución. Parece que la tragedia es la clave de la dignidad. Morir que lindo, es. Pero antes tratar de encontrar objetos como Eme, cosas que nos maten antes, cosas que nos hagan pensar que la vida que pase después, tendrá que ser un desperdicio autentico.

No hay carta de presentación para estas cosas. La felicidad como milagro opera en alguna gente y puede que como perversión sólo como injusticia y para envidia de los demás. Esta miseria que no puede ser compensada por nada de lo que esta mujer nos compone, ni siquiera por su olor, besos o amor que no nos piensa dar. Un infeliz, ese que vamos a odiar se la va a llevar, y la ventana, la jodida ventan va estar abierta pero con otra gente. El barrio ya no va querer ver ahí más, los hombres miraran para todas las esquinas. Nos faltará el norte que nos imante de una vez y para siempre. Mundo injusto sin duda, drama, único y gran drama. Una vida que la ciencia no puede resolver sólo alargar, pero ¿demasiada alharaca? Sólo la queremos en la pecera para que bese el vidrio y apronte el orto. Principios poco filosóficos, salvajes y fatalistas que no tienen fin. La dureza y el mal parecer. Pero con esos labios y lenguas no podría por lo menos habernos sugerido que nos pegásemos un tiro. Tiranía el presente que nos demanda respuestas. Estos textos, tercer milenarios, no tienen respuestas, solo contienen, dispositivos para seguir escribiendo siempre de lo mismo, siempre en diferente manera.

De alguna manera Eme, vale, es una construcción hedonística desgarrada por la propia ilusión que la degrada. El arte no se puede salvar, si eres escritor, ¡escríbete a ti mismo!

La pantomima que reclama este siglo de negar el mundo para ser uno. Subsiste con estos errores. La poesía de la perra y la de puta que no podemos tener, y estas palabras tan emotivas son las que nos permiten tomar distancia. Nuestro reclamo por una autenticidad que no podemos tener. Un asesinato que no podemos contener porque ya forma parte de nosotros mismos. Delicada combinación de una trenza de acero que lo único que quiere es arrancar una cabeza. Propio de una manera de quejarse consumista. Las astillas de nuestro cajón van estar húmedas por las lágrimas de nuestras madres años antes ausentes ante la idea, zonza e imprecisa de ser en gran parte infelices por encapricharnos siempre en lo escueto y vacío. Por ser de alguna manera unos asquerosos, sin una moral que remediar. Todo incluso la bondad cuando ocurre es inevitablemente fatal. Como un pedo. Simple y llano. Tiempos postmodernos, ensalada. No siendo una voluntad de innovar sino que es inevitable escribir. Todo sea para falsear, para desnudar a Eme chupándola toda de punta a punta. Esta inmoralidad deliciosa con su misión de proteger la frontera de nosotros mismo es la que queda como residuo de una intención no detallada desde el principio. Eme, la espera del fetiche, una satisfacción especial, una especie de lujo.

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